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FEBRERO 9 2.013
SAN MARONE EREMITA /
La Iglesia Oriental tuvo, desde los primero siglos, una fuerte tradición
monástica, mucho antes de las iniciativas monásticas de Occidente. Basta
recordar a los ermitas San Antón y San Pacomio de Egipto, San Hilario y San Seba
de Palestina, los monjes de Cálcida, San Jerónimo y los monjes que se inspiraron
en la regla de San Basilio, Doctor de la Iglesia.
Otra gran ilustre de la vida monástica del siglo V, aunque menos conocido
para nosotros, fue San Marón, cuya influencia beneficiosa perdura hasta nuestros
días. San Marón, defensor de la fe católica en Oriente, nació en el año 353 en
la ciudad de Antioquía de Siria, donde los discípulos de Cristo recibieron por
primera vez el nombre de «cristianos».
Esta misma ciudad fue la primera sede episcopal de San Pedro, antes de
trasladarse a Roma. Marón tuvo una educación esmerada. Sus padres grabaron en el
corazón de su hijo las máximas del Evangelio, que él supo cultivar con gran
fervor. Condiscípulo y amigo de San Juan Crisóstomo, Marón se dedicó desde su
más tierna edad a la práctica de las virtudes. En plena juventud, abandonó el
mundo para seguir la vida contemplativa, y tiempo después, fundaría numerosos
monasterios en varias regiones de Siria y el Líbano.
La fama de las virtudes del monje atrajo a muchos discípulos de ambos sexos,
que siguieron sus santos ejemplos. Muchos de ellos se convirtieron después en
hombres importantes en la Iglesia, como obispos y defensores de la fe contra las
herejías del monofisismo y del nestorianismo. Algunos también sufrieron el
martirio en las continuas invasiones persas y musulmanas. Los numerosos
monasterios fundados por San Marón y sus monjes nació la liturgia maronita,
usada ampliamente hasta hoy en día en varias regiones, como en Siria, El Líbano
y hasta en una región de la India.
Los monjes maronitas, seguidores de la disciplina y doctrina de San Marón,
fueron verdaderos misioneros y defensores de la ortodoxia católica en Oriente,
que se encontraba convulsionada por tantos errores. Las comunidades cristianas
formadas por él, por haber adoptado una liturgia propia, se conservan compactas
y sobreviven con el nombre de «cristianos maronitas» o católicos del rito
maronita.
La mayor parte de ellos vive en El Líbano. San Marón murió alrededor del
año 407, el mimo año en que murió en el exilio su gran amigo, San Juan
Crisóstomo, Doctor de la Iglesia, con quién mantenía correspondencia. Los
monasterios fundados por él se conservaron por muchos siglos y fueron destruidos
por la violencia de los turcos alrededor del año 1000.
Sin embargo, los monjes continuaron en otras regiones y se cuentan por
centenas incluso hoy. Una gran parte de las reliquias de San Marón fueron
trasladadas a la ciudad de Foligno, en el centro de Italia, donde se las
conserva con mucha veneración. Durante su vida e incluso después de su muerte,
este santo se hizo famoso por los numerosos milagros realizados. En Oriente son
muchas las iglesias dedicadas a su nombre.
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