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FEBRERO 21 2.013
SAN PIER DAMIANI VESCOVO E DOTTORE DELLA CHIESA / F
San Pedro Damiáni, obispo y doctor de la
Iglesia (1007-1072)
Al lado de san Romualdo, fundador de los camaldulenses,
san Juan Gualberto, san Nilo y del monje Hildebrando, (futuro Gregorio VII) fue
uno de los hombres más beneméritos e insignes.
Pedro nació en Rávena en
el año 1007 en una familia numerosa y pobre. Fue el hijo último; pronto quedó
huérfano y al cargo de uno de sus hermanos mayores que lo trató con dureza
extrema, casi como a un esclavo, teniéndolo descalzo y a medio cubrir con
andrajos, encargado de cuidar de los animales de la granja. Visto en esa
situación lo tomó otro hermano a su cuidado; era Damián, con corazón bueno; tan
grande fue el cambio, que Pedro no olvidará el gesto y añadirá en adelante, como
su segundo nombre, el de su hermano Damián.
A la muerte de Landorfo lo
eligieron abad. No dejó Regla escrita, pero sí quedó patente entre los monjes su
espíritu: absoluto silencio, trabajo manual básico para vivir, mezcla de vida
solitaria en celdas separadas y algunos actos comunes, mucha oración y abundante
lectura espiritual.
Fundó el monasterio de Nuestra Señora de Sitria y
otros cuatro centros ermitaños más.
La segunda parte de su vida está
llena de encargos y legaciones apostólicas; los Papas recurren a él
encomendándole asuntos que le llevaron a una actividad incesante para contribuir
a mejorar la triste situación de la Iglesia del año 1044.
En 1046, Pedro
Damián asistió en Roma a la coronación de Enrique III, emperador del Sacro
Imperio romano, que puso providencialmente término al actual estado de cosas. En
1047 está presente en el concilio de Letrán que promulgó ya varios decretos de
reforma.
Al regresar a Fonte-Avellana para recuperar su vida de
penitencia y soledad es cuando se hace palpable la influencia de su espíritu y
lo grande de su prestigio; escribió al Papa Clemente II para que dé impulso a la
reforma, y escribe su libro Gomorriano o de los Incontinentes con el que anima a
papas y dirigentes a poner remedio al mal.
El Papa Esteban IX
(1057-1058) lo nombró cardenal-obispo de Ostia (decano del sagrado colegio de
cardenales) en 1057, a pesar de su resistencia; no tuvo el pobre Pedro Damián
más remedio que ceder para no incurrir en la excomunión con que se le amenazó si
osaba negarse una vez más.
Prematuramente muere el Papa y se van al
traste las esperanzas de reforma. Hay un intento de renuncia y de refugiarse en
Fonte-Avellana, pero el papa Nicolás II, en 1059, lo hace legado para Milán;
allí se soporta desde hace tiempo una desesperada situación por la simonía y la
lujuria de los clérigos; convocó un sínodo y llegó a restablecerse el orden,
terminando con el escándalo.
El Papa Alejandro III (1061-1070) aprovechó
su celo y servicios extraordinarios. Pedro Damián sacó abundantes escritos
_irónicos, iracundos, anatematizantes y apocalípticos_ a la asamblea de
Augsburgo para acabar con el cisma, porque hay antipapa.
Otra
legación, acompañada ahora por Hugón de Cluny, fue en 1063; debía intentar poner
freno a Drogon, obispo de Maçon, y restablecer la justicia lesionada en la
abadía de Bourgogne y otras cluniacenses como Limoges, San Marcial y
Sauvigny.
Se vio obligado a intervenir ante el joven rey Enrique IV en
defensa de los derechos pontificios.
No pretendía Pedro llevar una vida de
incesante viajar. Pidió un descanso merecido al Papa Alejandro II y que se le
aceptara la renuncia a todas sus dignidades; pero Hildebrando, que era cardenal
desde que Gregorio VI echó mano de él para que le apoyase en la necesaria
reforma.
Pedro Damián acepta complacidísimo con tal de retirarse a
Fonte-Avellana. En 1066 se le vio, por mandato de la Santa Sede, en Montecasino
para solucionar el conflicto con los monjes de Vallehumbrosa. Se desplazó a
Alemania porque Enrique IV intentaba su divorcio matrimonial y era preciso dejar
claro ante el concilio los principios de moral cristiana.
También fue
preciso arrimar el hombro para reconciliar a su querida Rávena natal con el
Papa, lo hizo como legado, en 1072. Precisamente cuando iba a dar cuentas a Roma
de ésta última gestión se puso muy enfermo en Faenza, lo llevaron al monasterio
de Nuestra Señora de los Ángeles, donde murió el 21 de febrero de
1072.
León XII le declaró doctor de la Iglesia y gracias a su vida
ejemplar pudo ser el precursor de la gran reforma llamada gregoriana por
llevarla a término feliz el Papa Gregorio VII, desde que lo elevaron a la sede
de Pedro en 1073.
El eficaz Pedro Damián, monje como el más enamorado del
monacato, sirvió a la Iglesia intentando dar solución a los más enrevesados
problemas. Es palpable que la inmensa mayoría de sus contemporáneos seglares no
hubieran podido ni siquiera arañar lo que él realizó, aunque ello le llevara a
tener que fastidiarse sin poder disfrutar de la soledad que por vocación le
hubiera gustado tener.
Oremos
Concédenos, Dios
todopoderoso, seguir las exhortaciones y los ejemplos del santo obispo Pedro
Damiáni, para que, sin anteponer nada al amor de Cristo nos esforcemos en servir
siempre a tu Iglesia y así merezcamos gozar un día de la felicidad de tu reino
eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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