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Domingo 23 Febrero 2014
San Policarpo Esmirna
Obispo y Mártir.San Policarpo fue uno de los discípulos del
apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y
entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios santos más.
San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía,
y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de
acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia
y los de Europa. Y caminando por Roma se encontró con un hereje que negaba
varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y
el santo le respondió: ¡Si te conozco. Tu eres un hijo de Satanás!
Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado
para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus
cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del
Asia, carta que según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos
cristianos.
El pueblo estaba reunido en el estadio y allá fue llevado
Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo: "Declare que el César
es el Señor". Policarpo respondió: "Yo sólo reconozco como mi Señor a
Jesucristo, el Hijo de Dios". Añadió el gobernador: ¿Y qué pierde con
echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y
salvará su vida. A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así:
"Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y El nunca me ha fallado
en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a El ahora? Yo seré siempre amigo de
Cristo".
El gobernador le grita: "Si no adora al César y sigue
adorando a Cristo lo condenaré a las llamas",. Y el santo responde:
"Me amenazas con fuego que dura unos momentos y después se apaga. Yo lo
que quiero es no tener que ir nunca al fuego eterno que nunca se apaga".
En ese momento el pueblo empezó a gritar: ¡Este es el jefe de
los cristianos, el que prohíbe adorar a nuestros dioses ¡ Qué lo quemen! Y
también los judíos pedían que lo quemaran vivo. El gobernador les hizo caso y
decretó su pena de muerte, y todos aquellos enemigos de nuestra santa religión
se fueron a traer leña de los hornos y talleres para encender una hoguera y
quemarlo.
Hicieron un gran montón de leña y colocaron sobre él a
Policarpo. Los verdugos querían amarrarlo a un palo con cadenas pero él les
dijo: "Por favor: déjenme así, que el Señor me concederá valora para
soportar este tormento sin tratar de alejarme de él". Entonces lo único
que hicieron fue atarle las manos por detrás.
Policarpo, elevando los ojos hacia el cielo, oró así en alta
voz: "Señor Dios, Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo: yo te
bendigo porque me has permitido llegar a esta situación y me concedes la gracia
de formar parte del grupo de tus mártires, y me das el gran honor de poder
participar del cáliz de amargura que tu propio Hijo Jesús tuvo que tomar antes
de llegar a su resurrección gloriosa. Concédeme la gracia de ser admitido entre
el grupo de los que sacrifican su vida por Ti y haz que este sacrificio te sea
totalmente agradable. Yo te alabo y te bendigo Padre Cestial por tu santísimo
Hijo Jesucristo a quien sea dada la gloria junto al Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos".
"Tan pronto terminó Policarpo de rezar su oración,
prendieron fuego a la leña, y entonces sucedió un milagro ante nuestros ojos y
a la vista de todos los que estábamos allí presentes (sigue diciendo la carta
escrita por los testigos que presenciaron su martirio): las llamas, haciendo
una gran circunferencia, rodearon al cuerpo del mártir, y el cuerpo de
Policarpo ya no parecía un cuerpo humano quemado sino un hermoso pan tostado, o
un pedazo de oro sacado de un horno ardiente. Y todos los alrededores se
llenaron de un agradabilísimo olor como de un fino incienso. Los verdugos
recibieron la orden de atravesar el corazón del mártir con un lanzazo, y en ese
momento vimos salir volando desde allí hacia lo alto una blanquísima paloma, y
al brotar la sangre del corazón del santo, enseguida la hoguera se apagó"
"Los judíos y paganos le pidieron al jefe de la guardia
que destruyeran e hicieran desaparecer el cuerpo del mártir, y el militar lo
mandó quemar, pero nosotros alcanzamos a recoger algunos de sus huesos y los
veneramos como un tesoro más valioso que las más ricas joyas, y los llevamos al
sitio donde nos reunimos para orar".
El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155. Esta
carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración
verdaderamente hermosa y provechosa.
Oremos
Dios y Señor de todo lo creado, que quisiste que San Policarpo
fuera contado entre tus mártires, concédenos, por su intercesión, participar
con él en la pasión de Cristo, para poder así resucitar, también con él, a la
vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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