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San Vicente Ferrer
Predicador. (año 1419). Nació en 1350 en
Valencia, España. Se hizo religioso en la Comunidad de Padres Dominicos y, por
su gran inteligencia, a los 21 años ya era profesor de filosofía en la
universidad. Durante su juventud el demonio lo asaltó con violentas
tentaciones. Siendo un simple diácono lo mandaron a predicar a Barcelona. La
ciudad estaba pasando por un período de hambre y los barcos portadores de
alimentos no llegaban. Entonces Vicente en un sermón anunció una tarde que esa
misma noche llegarían los barcos con los alimentos tan deseados.
Al volver a su convento, el superior lo regañó
por dedicarse a hacer profecías de cosas que él no podía estar seguro de que
iban a suceder. Pero esa noche llegaron los barcos, y al día siguiente el pueblo
se dirigió hacia el convento a aclamar a Vicente, el predicador. Una noche se
le apareció Nuestro Señor Jesucristo, acompañado de San Francisco y Santo
Domingo de Guzmán y le dio la orden de dedicarse a predicar por ciudades,
pueblos, campos y países. En adelante por 30 años, Vicente recorre el norte
de España, y el sur de Francia, el norte de Italia, y el país de Suiza,
predicando incansablemente, con enormes frutos espirituales. Los primeros
convertidos fueron judíos y moros. Dicen que convirtió más de 10,000 judíos y
otros tantos musulmanes o moros en España. Su voz sonora, poderosa y llena de
agradables matices y modulaciones y su pronunciación sumamente cuidadosa,
permitían oírle y entenderle a más de una cuadra de distancia.
Sus sermones duraban casi siempre más de dos
horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis
horas). En pleno sermón se oían gritos de pecadores pidiendo perdón a Dios, y
a cada rato caían personas desmayadas de tanta emoción. Gentes que siempre
habían odiado, hacían las paces y se abrazaban. Pecadores endurecidos en sus
vicios pedían confesores. El santo tenía que llevar consigo una gran cantidad de
sacerdotes para que confesaran a los penitentes arrepentidos. Vicente
fustigaba sin miedo las malas costumbres, que son la causa de tantos males.
Invitaba incesantemente a recibir los santos sacramentos de la confesión y de la
comunión.
Hablaba de la sublimidad de la Santa Misa.
Insistía en la grave obligación de cumplir el mandamiento de Santificar las
fiestas. Insistía en la gravedad del pecado, en la proximidad de la muerte, en
la severidad del Juicio de Dios, y del cielo y del infierno que nos
esperan. Los milagros acompañaron a San Vicente en toda su predicación. Y uno
de ellos era el hacerse entender en otros idiomas, siendo que él solamente
hablaba el español y el latín. Y sucedía frecuentemente que las gentes de otros
países le entendían perfectamente como si les estuviera hablando en su propio
idioma. Decía: "Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados.
Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas". Los últimos años, ya lleno de
enfermedades, lo tenían que ayudar a subir al sitio donde iba a predicar. Pero
apenas empezaba la predicación se transformaba, se le olvidaban sus enfermedades
y predicaba con el fervor y la emoción de sus primeros años. Murió en plena
actividad misionera, el Miércoles de Ceniza, 5 de abril del año 1419. Fueron
tantos sus milagros y tan grande su fama, que el Papa lo declaró santo a los 36
años de haber muerto, en 1455.
El santo regalaba a las señoras que peleaban
mucho con su marido, un frasquito con agua bendita y les recomendaba: "Cuando su
esposo empiece a insultarle, échese un poco de esta agua a la boca y no se la
pase mientras el otro no deje de ofenderla". Y esta famosa "agua de Fray
Vicente" producía efectos maravillosos porque como la mujer no le podía
contestar al marido, no había peleas. Porque lo que produce la pelea no es la
palabra ofensiva que se oye, si no la palabra ofensiva que se
responde.
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que suscitaste a San
Vicente Ferrer como predicador infatigable del Evangelio, para que anunciara con
insistencia la venida de Jesucristo, juez universal, haz que nosotros anhelemos
la venida de tu Hijo, para que, cuando venga, podamos contemplarlo en su reino
glorioso. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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Santo(s) del día
San Vicente Ferrer
Santa Juliana de Lieja
Santa Irene Tesalónica
Santos Mártires
Santa Catalina de Tomás
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