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San Ezequiel
Profeta (s. VII a. C) Ezequiel, hijo de Buzi,
linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de
Judá (597 a.C) e internado en Tel Abib, a orillas del río Cobar. Cinco años
después, a los treinta de su edad (cfr.1,1), Dios lo llamó al cargo de Profeta,
que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 520
a.C. A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de
abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que
Dios no permitiría la destrucción de su templo y la Ciudad Santa (véase Jer.
7,4).
Había, además, falsos profetas que engañaban
al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres.
Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuándo llegó la noticia de la
caídad de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la
desesperación. La misión del profeta Ezequiel consistió principalmente en
combatir la idolatría, la corrupción de las malas costumbres, y las ideas
erróneas acerca del pronto regreso a Jesuralén. Para consolarlos pinta el
profeta, con los mas vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud
mesiánica.
Dividese el libro en un prólogo, que relata el
llamamiento del Profeta (cap. 1 a 3), y tres partes principales. La primera
(cap. 4 a 24) comprende las profecías a cerca de la ruina de Jerusalén; la
segunda (cap.25 a 32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera
(cap. 33 a 48), la restauración. " es notable la última sección del profeta (40
a 48), en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de
Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra
toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus "
(Nácar-Colunga).
Las profecias de Ezequiel descuellan por las
riquezas de alegorias, imágenes, y acciones simbólicas, de tal manera, que San
Jerónimo las llama " mar de la palabra divina" y " laberinto de los secretos de
Dios". Fue una época dificultosa para el pueblo de Israel. En Jerusalén reina
Joaquín, hijo del piadoso rey Josías que murió en la batalla de Megiddo (609 a.
C.). En un primer momento, Joaquín intenta halagar al coloso babilónico, pero
termina uniéndose en coalición con pequeñas potencias contra Nabucodonosor.
Jeremías ya dio la voz de alerta, sugiriendo la sumisión, pero el orgullo de los
elegidos la hizo imposible.
En 598 los babilonios ponen cerco a Jerusalén
y capitula Judá. Su precio es la deportación de gran parte de la población,
entre ellos el rey Jeconías, hijo de Joaquín que murió durante el asedio. Con
los deportados va también el joven Ezequiel que será el profeta del exilio.
Dos etapas enmarcan su acción profética. La primera es antes de la destrucción
de Jerusalén por los caldeos (598 a. C.) Aquí el hombre de Dios se encuentra con
un pueblo ranciamente orgulloso y lleno de falso optimismo, fruto de la
presunción. Es verdad que siglo y medio antes había permitido Dios la
desaparición de Samaría, el Reino del Norte; pero Jerusalén es otra cosa; Yahwéh
habita en ella.
Pensaban que pasaría como en tiempos de
Senaquerib, un siglo antes, cuando tuvo que abandonar el asedio por una
intervención milagrosa; ahora Dios repetiría el prodigio. Ezequiel no piensa
como ellos. Afirma y predica que Jerusalén será destruida con el Templo.
Dice a todos que ha llegado la hora del castigo divino para el pueblo israelita
pecador; sólo queda aceptar con compunción y humildad los designios punitivos de
Yahwéh. A esta altura el profeta tiene una misión ingrata porque es un agorero
de males futuros y próximos. La segunda se desarrolla una vez consumada la
catástrofe. Ahora ha de levantar los ánimos oprimidos; debe dar esperanzas
luminosas sobre un porvenir mejor. Creían sus compatriotas deportados que Dios
se había excedido en el castigo, o que les había hecho cargar con los pecados de
los antepasados.
Ezequiel se preocupará de hacerles ver que
Dios ha sido justo y que el castigo no tiene otra finalidad que la de
purificarlos antes de pasar a una nueva etapa gloriosa nacional. Ezequiel
empleando un estilo que no tiene nada que ver con el de los profetas preexilios
Amós, Oseas, Isaías y Jeremías; no goza de su sencillez y frescor. Ezequiel
pertenece a la clase sacerdotal, está cabalgando entre dos épocas y se aproxima
a la literatura apocalíptica del judaísmo tardío.
Fue la vida profética de Ezequiel un período
de veinte años (593-573) de amplia actividad para salvar las esperanzas
mesiánicas de sus compañeros de infortunio, al derrumbarse la monarquía
israelita. Bien puede estar el secreto en copiar la fidelidad de Ezequiel. El
Profeta Ezequiel, según tradición judía, murió mártir. La Iglesia celebra su
conmemoración el 10 de abril.
Oremos
Concédenos, Señor todopoderoso, que el ejemplo
del Profeta Ezequiel nos estimule a una vida más perfecta y que cuantos
celebramos su fiesta sepamos también imitar sus ejemplos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
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Santo(s) del día
San Ezequiel
Santa Magdalena de Canossa
Mártires Colombianos
San Miguel de los Santos
Beato Neyrot
Beato Bonifacio Zukowski
San Apolonio Alejandría
San Terancio
San Macario Antioquía
San Fulberto
Santa Isidora
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