martes, 10 de febrero de 2015

8 FEBRERO __Evangelio según San Marcos 1,29-39.

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domingo 08 Febrero 2015

Quinto Domingo del tiempo ordinario

Evangelio según San Marcos 1,29-39.

Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros,
y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando".
El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido".
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.




Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Agustín (354-430), obispo de
Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 176, 4

«Jesús la tomó de la mano y la hizo levantar»
El Apóstol Pablo dice: «He alcanzado misericordia (…) a fin de que Jesucristo mostrara en mí toda su longanimidad, para instrucción de quienes han de creer en él para la vida eterna» (1Tm 1,16). Cristo que iba a conceder el perdón a los pecadores, incluso a sus enemigos, que se convirtieron a él, comenzó eligiéndome a mí, el enemigo más sañudo, para que una vez sanado yo, nadie pierda la esperanza para los demás.

Esto es lo que hacen los médicos: cuando llegan a un lugar en que nadie los conoce, eligen primero para curar casos desesperados; de esta forma, a la vez que ejercen en ellos la misericordia, hacen publicidad de su ciencia, para que unos a otros se digan en aquel lugar: «Vete a tal médico; ten confianza, que te sanará. (…)También yo he conocido una situación parecida; lo que tu padeces también lo padecí yo». De modo semejante dice Pablo a todo enfermo que está a punto de perder la esperanza: «Quien me curó a mí, me envió a ti, diciéndome: Acércate a aquella persona sin esperanza y cuéntale lo que tuviste, lo que curé en ti. (…) Grítalo a los desesperados: Es palabra fiel y digna de todo crédito que Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores (1Tm 1,15). ¿Por qué teméis? ¿Por qué os asustáis? El primero de los cuales soy yo. Yo, yo que os hablo; yo sano, a vosotros enfermos; yo, que estoy en pie, a vosotros caídos; yo ya seguro, a vosotros sin esperanza». (…)

No perdáis, pues, la esperanza. Estáis enfermos, acercaos a él y recibid la curación; estáis ciegos, acercaos a él y sed iluminados. (…) Decid todos: “Venid, adorémosle, postrémonos ante él y lloremos en presencia del Señor, que nos hizo” (Sal 94,6 Vulgata).





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