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lunes 09 Febrero 2015
San
Miguel Febres Cordero, religioso
En Premiá de Mar, cerca de
Barcelona, en España, san Miguel (Francisco Luis) Febres Cordero, religioso de
los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que durante cuarenta años se dedicó a
la educación en la ciudad de Cuenca, en Ecuador, y trasladado después a España,
se distinguió por la perfecta observancia de la disciplina de la vida
religiosa.
(1854-1910)
religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas
Cristianas
En 1863 los Hermanos de las Escuelas Cristianas abren una escuela en
Cuenca (Ecuador). Entre los primeros alumnos figura Francisco
Febres Cordero, nacido el 7 de noviembre de 1854. La educación
cristiana comenzada en la familia recibe en la escuela nuevo
impulso y desarrollo, gracias sobre todo a la lección de catecismo
y al ejemplo de los educadores, y así vemos cómo la estrella de la
vocación lasaliana no tarda en
despuntar en el espíritu abierto del joven ecuatoriano. La
oposición que encuentra por parte de sus padres, que quisieran
encaminarlo hacia el sacerdocio, no le desalienta.
Francisco, que desde sus más tiernos años acostumbra confiar a la
Virgen todas sus cuitas, encuentra en Ella la fuerza para seguir
adelante en su propósito. Finalmente, el 24 de marzo de 1868,
obtiene de su madre la autorización para ingresar en el noviciado
de los Hermanos: es la víspera de la fiesta de la Anunciación. Al
revestir el hábito lasaliano,
Francisco recibe el nombre de Hermano Miguel.
Con ello no cesa sin embargo la lucha por la fidelidad a su vocación.
El padre de Francisco, aun habiendo aceptado la decisión de su
esposa, no escribe a su hijo una sola línea en cinco años. Entre
tanto, el Hermano Miguel inicia su apostolado en las escuelas lasalianas de Quito. El
joven profesor sobresale en la enseñanza de la lengua y literatura
españolas y, ante la carencia de manuales y libros de texto
apropiados, se decide a componerlos él mismo. El gobierno
ecuatoriano no tardará en adoptarlos para todas las escuelas del
país.
Con el correr de los años el Hermano Miguel dará a la imprenta
otras obras, sobre todo del campo de la lírica y de la filología,
las cuales le abrirán las puertas de la Academia Nacional.
Compondrá también catecismos para la infancia, siendo la catequesis el
campo preferido de su actividad apostólica. De modo especial,
reclamará y obtendrá siempre para sí el privilegio de preparar a
los niños a la Primera Comunión, dedicándose a esta delicada labor
hasta 1907, fecha de su viaje a Europa. Este asiduo contacto con
los niños contribuirá a forjar una de las características más
notables de su espiritualidad: la sencillez evangélica: «Sed
sencillos como palomas». «Si no os hacéis como parvulitos no
entraréis en el reino de los cielos». De esa sencillez será
expresión su tierna devoción al Niño Jesús.
Con la sencillez evangélica brillan también en él las virtudes
propias de la vida religiosa: la pobreza, la pureza, la obediencia.
Sobre todas ellas resplandece la caridad, que se nutre en la piedad
eucarística y en la devoción a la Virgen. Una evidencia se impone
pronto a sus contemporáneos: «El Hermano Miguel es un
santo».
Su santidad irradiará también en el viejo continente. En 1904, como
consecuencia, en Francia, de las leyes hostiles a las
congregaciones religiosas, muchos Hermanos de La Salle, no pudiendo
ejercer su apostolado en su propio país, deciden expatriarse.
Numerosos son los que optan por España y los países de América
latina. La necesidad de procurar a esos valerosos lasalianos el conocimiento
indispensable de la lengua castellana, mueve a los Superiores a
trasladar al Hermano Miguel a Europa para que pueda dedicarse a la
composición de textos apropiados para un estudio acelerado de dicho
idioma. Tras unos meses de estancia en París, el Hermano Miguel se traslada
a la Casa Generalicia de los Hermanos en
Lembecq-lez-Hal
(Bélgica).
Enteramente dedicado a su nueva tarea, su virtud no deja de irradiarse
en su nuevo ambiente. Pero el clima belga, tan diferente del de su
propio país, no le favorece, y los Superiores juzgan conveniente
trasladarlo a España, asignándole como residencia el Centro
internacional lasaliano de Premiá de
Mar, en la provincia de Barcelona. Los jóvenes formandos admiran la cultura y la sencillez del
Hermano Miguel no menos que su gran amor de Dios.
En el mes de julio de 1909 ráfagas de viento revolucionario llegan
hasta Premiá de Mar y poco
después sobreviene la "Semana Trágica". Ante la
frecuencia de actos de violencia anticlerical, los Superiores se
ven precisados a trasladar a Barcelona a formandos y formadores
hallándoles un refugio en el embarcadero del puerto y luego en el
colegio N.S. de la "Bonanova".
En esos momentos trágicos el Hermano Miguel se hace custodio de las
formas consagradas de la capilla de Premiá.
Pasada la borrasca revolucionaria los Hermanos regresan a Premiá de
Mar. Mas ahora es el Señor quien llama a Sí a su fiel siervo. A
finales de enero de 1910 contrae una pulmonía que su débil
organismo no llega a superar. Tras una agonía de tres días y
confortado con los santos sacramentos, el Hermano Miguel entrega su
alma a Dios el 9 de febrero de 1910. La noticia de su muerte es
acogida con emoción y llanto. La República del Ecuador proclama un
duelo nacional.
Hermanos y exalumnos del Hermano Miguel
rivalizan en admiración y encomio por sus virtudes. Los favores
atribuidos a su intercesión no tardan en multiplicarse. En 1923 se
inicia en Quito y en Cuenca el proceso informativo en vistas a la beatificación.
Sigue en 1924 el de Barcelona. En 1936, durante la revolución
española, se lleva a cabo el traslado al suelo patrio de los restos
mortales del siervo de Dios, que reciben una acogida triunfal. La
tumba del Hermano Miguel se convierte en centro de continuas
peregrinaciones.
Siguen obteniéndose gracias y favores celestiales por la intercesión
del Hermano Miguel; pero el milagro que ha obrado la curación de
Sor Clementina Flores Cordero pone en buen camino la causa del
santo Hermano hacia la Beatificación.
Llevados a término todos los requisitos acostumbrados, el Papa Pablo
VI, el 30 de octubre de 1977 procede a la Beatificación del Hermano
Miguel y a la del Hermano belga, Hermano Mutien-Marie. La grande
asistencia de peregrinos venidos de Bélgica, del Ecuador y de
Italia, la acertada ceremonia y las palabras inspiradas de Pablo VI
en la homilía y en el Angelus, han
hecho inolvidable ese día para todos los afortunados participantes
en la solemne celebración de la Piazza San Pietro.
El mismo día de la Beatificación, precisamente durante el desarrollo
del sugestivo rito, se realizaba otro milagro: la Señora Beatriz
Gómez de Núñez, afectada de incurable "miastenia gravis", se
sintió completamente curada. Ya antes, con toda la familia, se
había confiado a la intercesión del santo Hermano, y, como
coronamiento de sus oraciones, había querido venir a Roma para la
Beatificación.
Esta curación, reconocida como milagrosa, conlleva la reapertura de
la causa, y, en el Consistorio del 25 de junio de 1984, el
Pontífice Juan Pablo II fija para el 21 de octubre del mismo año la
fecha de la Canonización.
Hoy, el Papa Juan Pablo II, poniendo entre los Santos a este
religioso ecuatoriano, ofrece a la Iglesia entera y particularmente
a la del Ecuador el modelo de un religioso culto, pero sencillo y
humilde, de un catequista totalmente entregado a la obra de la
evangelización, de un educador que ha ayudado a tántos jóvenes y niños a
encontrar el sentido de su vida en Jesús y a vivir su fe como don y
compromiso.
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Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Miguel Febres
Cordero para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti,
concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro,
para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria
de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo.
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Santo(s) del día
San
Miguel Febres Cordero
Santa
Apolonia de Aljandría
San
Cirilo Alejandría
Beata
Anna Katharina
Emmerick
Santos
Mártires de Alejandría
San
Ansberto
de Rouen
San
Primo de Lemelléfa
San
Sabino de Canoza
San
Teliavo
de Llandaff
San
Silvestre Sicilia
San Pedro Urseolo
Beato
Luis Magaña Servín
Beato
Leopoldo de Alpandeire
San
Alto de Baviera
San
Rainaldo
de Nocera
Beato
Leopoldo de Alpandeire
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