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martes 30 Julio 2013
San Pedro Crisólogo
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San Pedro Crisólogo («Palabra de oro»), nació
probablemente en Imola hacia el 380. Cuando fue elegido como obispo de Rávena
(entre 424 y 431), la antigua ciudad se hallaba en el apogeo de su grandeza
imperial, bajo el gobierno de Gala Placidia. El obispo Pedro dio pruebas de
ser un político de valer, permaneciendo totalmente fiel a las tareas de su
oficio pastoral.
Predicó mucho. Han llegado hasta nosotros
cerca de 180 de sus sermones. Se trata de breves exhortaciones (Pedro predicaba
menos de un cuarto de hora), de homilías acerca de la Escritura o del año
litúrgico, preparadas para instruir con sencillez e impulsar al pueblo cristiano
a vivir conforme al Evangelio.
No se advierten ellas ni la inspiración
literaria de Agustín, ni la teología de León Magno - los dos contemporáneos de
Pedro -, pero el pueblo de Rávena, altos dignatarios de la corte o marinos del
puerto de Classe, veían en ellas unas palabras henchidas del calor adecuado a la
vez que una enseñanza que nunca se apartaba de su vida.
El obispo se imponía a sí mismo
voluntariamente el predicar de una manera tan sencilla: «Nuestras palabras,
dice, han sido sepultadas con Cristo», «Hay que hablar al pueblo con el lenguaje
del pueblo». Según la Crónica pontifical de Rávena, el obispo Pedro I murió un
31 de julio (antes del 451).
Oremos
Oh Dios, que hiciste a San Pedro Crisólogo,
obispo, insigne predicador del Verbo encarnado, concédenos meditar siempre este
misterio de salvación y manifestarlo en nuestra vida. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu
Hijo.
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