Fiesta de la
VIRGEN
DE LA MERCED,
Patrona
de los presos
Canto:
Cuantas veces siendo niño…
Oración
inicial: E E
Madre,
quiero ser pobre,
abandonarme
en las manos
del Padre
totalmente.
Darle todo
mi ser,
mi vida mis
proyectos
y mis
sueños.
Madre,
quiero seguir tus pasos,
decir junto
a vos
"Aquí
estoy Señor contigo,
para hacer
tu voluntad".
Ayúdame a
entregarme
(aunque mi
entrega
me conduzca
a la cruz)
y a vivir la pobreza
como
protesta ante la injusticia
y como solidaria entrega
decidida a
Cristo en los demás.
Madre,
quiero
servir
junto a vos.
Hay
hermanos
que nos
necesitan,
les hace
falta compañía,
una palabra,
techo, pan,
trabajo
digno, justicia,
libertad,
igualdad...
Madre,
ayúdame a descubrir
el rostro
pobre de tu hijo
en los
chicos de la calle,
en los
indígenas despojados,
en los
marginados y
vagabundos,
en los
obreros sin trabajo,
en los
presos
sufriendo su
pena,
en los
jóvenes drogadictos,
en los
enfermos de Sida
discriminados,
en las
niñas-jóvenes
madres
solteras
y en tantos otros
que a diario
claman:
¡Dignidad, respeto, fraternidad!
Madre,
quiero
servir junto
a vos y
cantar contigo
al Dios que
libera y da la vida.
Acompañarte
hoy
por este
mundo sufrido
del lado de
los que sufren,
de los que
piden,
de los que
esperan
y de los que
trabajan
por un mundo
más humano
y más
hermano asentado
en la justicia y el amor,
no en las leyes del mercado.
Madre de los
pobres.
Muéstranos
el camino
del Reino,
fortalece
nuestras opciones,
acrecienta nuestra esperanza,
para que
nuestras vidas
sean
testimonio
transparente
de nuestra
fe
en el Dios
de la Vida.
Pinceladas
históricas
Lector
1 Hoy, en nuestro encuentro de amigos de
los sábados, vamos a
tener una
sesión especial, diferente. Hoy, por un día, no vamos a continuar con
nuestro
comentario y estudio de los Hechos de los Apóstoles. Y hay una razón
importante.
El mes de Septiembre, es el mes que en algunas
partes de nuestro
mundo, se
dedica a honrar a la Virgen María de la Merced, nuestra protectora, y
de manera
especial, mañana, el día 23, día de su fiesta y fiesta mayor para
nuestra
ciudad de Barcelona. Incluso, en muchos lugares, su imagen estará
visitando
distintos hogares para llevarles su cercanía de Madre.
Septiembre
es también en muchos países sudamericanos el Mes de la
Patria, por
lo que podemos aprovechar esta instancia para consagrar a ella
nuestra
querida tierra, y por su intercesión podemos pedir a Dios Padre, que de
igual forma
sea una tierra de oportunidades para todos.
Pues
empezamos con algo de historia de la fiesta, de nuestra fiesta
patronal,
que os incluye a vosotros, como presos y a nosotros, como voluntarios.
El nombre de
Santa María de la Merced sonó por vez primera a orillas del
Mar
Mediterráneo, en el siglo XIII.
Eran siglos de fe y de lucha. El sur y el
levante de la península Ibérica
estaban en
poder de los árabes. Las aguas del mar Mediterráneo estaban
infestadas
de corsarios turcos y sarracenos, que lo mismo abordaban a los
barcos, que
desembarcaban en las costas y entraban a sangre y fuego por
campos y
caseríos, reduciendo a ceniza los pueblos y cautivando a sus
habitantes.
La esclavitud llegó a ser un hecho real,
político,
social y económico, surgido de las
guerras y de
la enemistad religiosa entre
cristianos y
mahometanos. Cuando Alfonso el
Sabio dio la
definición de los cautivos, dijo –en
su
castellano antiguo- que eran
"aquellos que
caen en
prisión de omes de otra creencia".
La esclavitud era, pues, un viejo abuso
en la
sociedad. Los apóstoles, y especialmente
San Pablo,
se enfrentaron con ella. Para
desbaratarla,
se habían hecho esfuerzos
generosos,
una veces aislada y personalmente,
otras
colectivamente, por medio de cofradías,
hermandades
y órdenes religiosas, e incluso se
acudió a las
gestiones diplomáticas entre los
Estados.
Lector 2
Pero el mal era tan profundo que se requerían modos nuevos y
gentes
nuevas para esta campaña de la libertad. Las oraciones subían al cielo con
clamores de
esperanza y no eran los cautivos los últimos en implorar el auxilio de
la Providencia,
por medio de la Virgen Santísima.
Por otro lado, almas tan generosas y
caritativas como San Pedro Nolasco,
a quien se
llamó el Cónsul de la Libertad, no podían contemplar dicha calamidad
social sin
sufrir en su corazón y sin echarse a los pies de María, para pedirle el
remedio
corporal y espiritual de aquellos cautivos.
Y,
como la caridad
es activa, no
se limitó sólo a la
oración, sino que,
impulsado
por aliento celestial, vendió cuanto poseía y, valiéndose de su
condición de
mercader, empezó a tratar en la compra y el rescate de los 3
cautivos,
iniciando de este modo su obra redentora. El favor divino incrementó su
empresa.
Muy pronto un grupo de jóvenes escogidos por
su nobleza y por su fe se
unieron a
esta labor. Dentro de la misma corte real de Aragón prendió el
chispazo de
la caridad y se dieron ánimos a la noble conducta de estos
misioneros
de la libertad y, en especial, a su capitán y mentor, Pedro Nolasco.
Una noche, la que va del 1 al 2 de agosto de
1218,
hallándose Pedro en oración, se le apareció la
Santísima
Virgen rodeada de ángeles y radiante de
gloria, y no
sólo le animó en sus intentos, sino que le
declaró la
histórica revelación de su misión mercedaria,
y tal
revelación fue la siguiente:
"Que la
obra de redimir cautivos, a la cual él
se dedicaba,
era muy agradable a Dios, y para
perseverar
en ella y engrandecerla y perpetuarla
le
transmitía el mandato de fundación de una
Orden
religiosa, cuyos miembros imitaran a su
Hijo,
Jesucristo, redimiendo a los cristianos
cautivos de
infieles, dándose a sí en prenda, si
fuera
menester, para completar la obra de libertad
encomendada."
Con esta aparición, la Virgen vino a dar
realidad a
las
ardientes aspiraciones de Nolasco, que no eran otras
que la
redención y salvación de los cautivos. Ese hecho
maravilloso
fijó para siempre el rumbo de su vida, selló con carácter específico su
santidad y
lo confirmó en el ejercicio de la caridad, que más tarde lo convertiría
en héroe de
esta virtud.
A las muchas glorias literarias, históricas,
políticas, militares y civiles de
que goza la
ciudad de Barcelona, suma con especial emblema la de haber sido
escogida por
la Virgen para lugar de su aparición, como antes se apareciera en
Zaragoza,
como luego lo haría en Lourdes, en Fátima y en otros puntos.
Lector 3
Diez días más tarde San Pedro Nolasco se decidió a cumplir el
mandato
divino, alentado y apoyado por el rey don Jaime el Conquistador y por
el consejero
real San Raimundo de Peñafort. A tal
efecto, el día 10 de agosto de
1218, fiesta
de San Lorenzo, ante el altar de Santa Eulalia de la iglesia Catedral
de
Barcelona, el obispo de la misma, don Berenguer de Palóu, vistió
canónicamente
el hábito blanco al Santo y algunos de los jóvenes que con él
trabajaban y
quedó fundada la Orden de la Merced.
La Virgen sonrió desde el cielo,
alegrado su
corazón de Madre y de
Corredentora
con esta fundación
mercedaria.
Vio realizado su fiat creador.
Desde
entonces María quedó constituida en
madre especial
de los nuevos frailes y de
sus hermanos
los cautivos y reinaría
poderosa
para siempre en el corazón de
cuantos la
invocan con el título de la
Merced. 4
Durante el siglo XIII se llamó a la nueva
Orden de la Merced o de Santa
Eulalia, de
Santa María de la Merced, o de la Misericordia de los Cautivos, y
actualmente
se le dice de la Merced o de las Mercedes. La palabra merced quiso
decir
durante la Edad Media misericordia, gracia, limosna, caridad. En este
sentido pudo
escribir Alfonso el Sabio: "Sacar a los omes de captivo es cosa que
place mucho
a Dios, porque es obra de merced".
La Virgen de la Merced, al fundar su Orden,
echó los cimientos de una obra
en alto
grado humanitaria y social. Por ella vino la redención, la esperanza y la
libertad.
Por amor de ella, la caridad se hizo sangre, sacrificio y martirio. Con su
apoyo se
llevaron a cabo los
mayores
heroísmos.
Pero, entiéndase bien, la
teoría y el
hecho de la redención
mercedaria,
lo mismo en las
directrices
de la Virgen que en la
actuación de
Nolasco y los primeros
frailes, que
en la tradición de la
Orden, no
era simple, neta y
material
redención de los cuerpos,
sino una
redención consagrada y
misionera.
Lector 4 El
redentor mercedario era un sembrador de Cristo entre fieles e
infieles,
buscaba almas para Cristo, reintegraba a los perdidos, sostenía a los
débiles,
prevenía de la apostasía, combatía al Corán, era apóstol integral y hacía
un cuarto
voto de quedar en rehenes por los cautivos y dar su vida por ellos, si
fuese
necesario, pero no por un interesado juego comercial, sino cuando
peligraba su
fe.
Por esta redención total, con la primacía del
espíritu, fue por lo que hubo
tantos
mártires mercedarios. Y bajo este aspecto se ha de entender la historia de
las
redenciones mercedarias.
A lo largo de los siglos, la Orden de la
Merced ejecutó centenares de
redenciones
colectivas, unas anónimas y olvidadas, otras conocidas y
perfectamente
documentadas. El número de los redimidos estuvo subordinado a
mil imponderables
y condiciones de tipo social, económico, político y hasta bélico.
Hubo
redención en que los frailes de María
de la Merced
arrancaron de la esclavitud a
más de
cuatrocientas personas entre
clérigos,
mujeres, niños, soldados y hombres
de diversa
edad.
Cada
redención suponía tres etapas:
la de
preparación, la ejecutiva y la vuelta al
hogar.
Antes de pasar por África para
redimir, era
menester recaudar limosnas,
predicar por
los pueblos, anunciar las
redenciones
y reunir los caudales de los
conventos,
en donde, a veces, hasta los
cálices y
copones se vendieron para hacer
con sus
precios, caridad. Mientras tanto eran
nombrados
los redentores, cuya elección 5
recaía
siempre en frailes dotados de virtud, ciencia y un espíritu inaccesible al
cansancio y
al desaliento.
Su primera diligencia al llegar a Fez,
Tetuán, Argel u otro lugar de
redención de
la costa africana era visitar los baños donde habitaban los tristes
cautivos.
Empezaba la oferta y la demanda. El mercedario llevaba la visita de la
Virgen,
consolaba, animaba, oía penas, repartía esperanzas y rompía grilletes. En
no pocas
ocasiones se quedó en rehenes, sufrió el martirio, conoció el propio
cautiverio y
llegó a la muerte violenta por el odio que los mahometanos tenían a
la religión
cristiana.
Lector 5 Los
sufrimientos de San Pedro Nolasco, el apaleamiento y el
encarcelamiento
de San Ramón Nonato, la crucifixión de San Serapio, la horca de
San Pedro
Armengol, que la Virgen milagrosamente suspendió; la decapitación
de San Pedro
Pascual y la innumerable historia de víctimas mercedarias son el
precio de
sangre y el honor de las redenciones.
Cuando los
navíos fletados volvían con su preciosa carga de personas
rescatadas a
un puerto español, francés o italiano, el recibimiento era cordial,
espontáneo y
apoteósico. Salían a los muelles las comunidades, los consejos, el
pueblo todo.
El estandarte de la redención, las cadenas mostradas como exvotos,
los andrajos
de los cautivos, los cantos de libertad, las lágrimas de unos y otros,
eran como un
himno colosal y fervoroso a la gran Redentora, a María de la
Merced, cuya
imagen no faltaba nunca en la procesión que con este motivo se
organizaba.
Las constituciones de la Orden de la Merced,
previendo la situación
precaria de
los redimidos, mandaban que se les cuidase, alojase, alimentase,
vistiese y
regalase, y que se les proveyera de
reservas,
para que volvieran con decencia y
alegría a
sus hogares.
Necesariamente el nombre de Santa
María de la
Merced sonaba en los caminos, en
las posadas,
sobre los puentes y en las
montañas; en
el alma y en los corazones; en
las iglesias
y en los hogares. La colosal labor
de la Orden
de la Merced venía a ser un
ejercicio
obediente de la voluntad de Cristo,
manifestada
por la voz de María. Y hacia ella
volaban las
oraciones, la gratitud y la
alabanza.
El culto público de la Virgen de la
Merced puede
decirse que comenzó a
tributársele
desde la primera iglesia que los
mercedarios
tuvieron en 1249. Se sabe que en
1259 su
devoción estaba muy extendida por
toda
Cataluña, como lo demuestran exvotos,
legados y
documentos de aquella época. Muy
pronto se la
veneró en toda la península
española, en
Francia y en Italia, y al ocurrir los tiempos de los “descubrimientos”
de América,
los mercedarios la llevaron a las nuevas tierras, en donde perdura su
devoción con
caracteres multitudinarios, pues es la patrona de iglesias, de
pueblos, de
obispados y de naciones, tal como al inicio hemos resaltado.
6
Lector 6 En
el año 1255 existía ya la Cofradía de la Merced, con el doble
objeto de
dar culto a María y ofrecer colaboración a los redentores mercedarios.
En 1265
aparecieron las primeras monjas mercedarias con Santa María de
Cervellón.
En ambos casos el escapulario que vestían era el que, según tradición,
entregó o
señaló la Virgen a San Pedro Nolasco.
Fue voluntad de Dios que todo fuese dado por
María. La
Orden de la
Merced aplicó esta teoría tanto en su régimen interior
como en su
proyección externa. Conocer, amar y servir a María es
la esencia y
el vivir del espíritu mercedario.
La Virgen de la Merced contribuyó al triunfo y
esplendor del
catolicismo
por toda la nación y allende los mares; ayudó al
progreso y
libertad de las sociedades en lucha con el Islam;
colaboró al
bienestar y alegría de miles de familias, que pudieron
abrazar de
nuevo a sus miembros arrancados de la dura
esclavitud.
En el museo de Valencia hay un cuadro de
Vicente López en el que varias
figuras
agitadas vuelven su rostro a la Virgen de la Merced, como diciendo:
“Vida,
dulzura, esperanza nuestra, a ti llamamos...”; mientras la Virgen abre sus
brazos y
extiende su manto en gesto de amor y protección, reflejando su dulce
título de
Santa María de la Merced.
El
significado del título "Merced" es, ante todo, como hemos dicho,
"misericordia".
La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto
significa
que recurrimos a ella ante todo con el deseo de
asemejarnos a Jesús
misericordioso.
''Misericordia'', está unida con las palabras
AMOR Y LIBERTAD, que en
lenguaje
mercedario, tal como hemos viendo y
leyendo, señalan aquella
misericordia
entrañable del Hijo de Dios por la
humanidad
entera. Es su amor, sin duda, la causa
de nuestra
liberación. Misericordia es una palabra
rica que
significa tener un corazón con el pobre,
con el
necesitado, con el cautivo de hoy.
María, en
este contexto, nos sugiere una
mirada al
Evangelio, a descubrir a Cristo en el
rostro de
cada hermano encarcelado. Ojalá lo
veamos
igualmente en nuestro mundo de hoy, en
cada persona
necesitada de trascendencia, de
respuestas,
de amor redentor.
De este
modo, a través de los miembros de
la Nueva Orden,
la Virgen Maria, Madre y
Corredentora,
Medianera de todas las gracias,
aliviaría a
sus hijos cautivos y a todos los que
suspiraban a
ella, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. A todos daría la
merced de su
favor. La Virgen María, dándose a conocer como La Merced, quiso
manifestar
su misericordia hacia ellos por medio de dicha orden dedicada a
atenderlos y
liberarlos. Visita y redención es compartir el cautiverio, es
comunicar el
amor de Dios y eso es romper cadenas.
Lector
7 La Virgen Maria tendrá desde ahora la
advocación de la Merced, o
más bello
todavía en plural: Nuestra Señora de las Mercedes, indicando así la
abundancia
incontable de sus gracias. ¡Hermoso título y hermoso nombre el de 7
Mercedes!
Nuestra Señora de las Mercedes concedería a sus hijos la merced de la
Liberación
La ciudad de
Barcelona no sólo se gloría de haber sido escogida por
Nuestra
Señora de la Merced como lugar de su aparición , sino que la tiene por
celestial
patrona, desde el siglo XIII.
La talla de
la imagen de la Merced que se venera en la
Basílica de la
Merced de
Barcelona es del siglo XIV, de estilo entronizado, como las
románicas.
En catalán se la denomina "Mare de
Déu de la
Mercè", es decir, Madre de Dios de
la Merced.
San Pedro
Nolasco y sus frailes, como ya
hemos ido
comentando, que eran muy devotos
de la Virgen
María, la tomaron como patrona y
guía. Su
espiritualidad se fundamenta en Jesús,
el liberador
de la humanidad y en María Virgen,
la Madre
liberadora e ideal de la persona libre.
Los
mercedarios querían ser caballeros
de la Virgen
María al servicio de su obra
redentora.
Por eso la honran como Madre de la
Merced o
Virgen Redentora.
El carisma
mercedario de liberar, de
socorrer, de
consolar a los cautivos sigue
siendo tan
necesario hoy en el siglo XXI como ha sido siempre.
A Ella,
rezamos todos juntos:
María,
Virgen de la Merced,
alcánzanos
de tu Hijo, misericordia y perdón.
María,
Virgen de la Merced,
libera a
tantos millones de oprimidos en el mundo.
María,
Virgen de la Merced,
rompe las
cadenas de odios, ambiciones, injusticias.
María,
Virgen de la merced,
líbranos de
terrorismo, hambrunas, drogas, miserias. Amén.
Canto: Nuestra Señora de las Mercedes (Franklin
Castro)
Lector 8
Actualidad del carisma María ofreció
todo su ser para que
viviera,
Jesús, el Hijo de Dios encarnado. En el cántico del Magnificat, María
expresa la
liberación de Dios. El Papa Juan Pablo II nos enseñó que "María es la
imagen más
perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad. 8
La Virgen
continúa velando desde el cielo por sus hijos cautivos del
pecado. Y
nos pide nuestra cooperación. Nosotros debemos dar nuestra vida para
que su Hijo
viva en nosotros y así pueda liberar a nuestros hermanos. Ella nos
enseñará
como hacerlo. Dios es Padre de Misericordia, María es Madre de
Misericordia.
Ella refleja la misericordia de Dios, sufriéndolo todo por sus
hijos. Los
cristianos debemos también reflejar la misericordia de Dios sufriéndolo
todo por
amor.
A
continuación, vamos a aprovechar y comentar
un escrito
del obispo de Málaga, Antonio Dorado,
dirigido,
hace unos años, a los presos del Centro
Penitenciario
de su ciudad. Dice así:
“Con la
advocación de la Virgen de la Merced,
nos dice, se
nos recuerda que María, nuestra madre,
es patrona
de los que trabajan en las cárceles y, sobre
todo, de los
internos, de los presos.
La primera
idea que podríamos considerar con
ocasión de
esta fiesta, es la de que ninguno de
nosotros es
completamente libre, que todos estamos
encerrados y
limitados. No por rejas y guardias, sino
por nuestros
propios miedos, por nuestras cobardías,
por nuestro
orgullo o nuestra avaricia, que no nos
dejan ser
libres. Por eso, todos debemos celebrar la
fiesta de la
Virgen de la Merced con esperanza y
pedirle a la
Madre que nos libere de todo lo que nos ata por dentro y por fuera,
que nos
«ponga en libertad».
La segunda
idea que nos sugiere la fiesta, pensando ya en todos los presos
de las
cárceles, es que suele ocurrir que muchos de ellos, tal vez la mayoría, no
son
verdaderamente culpables y no se merecen estar encerrados. Es verdad que
cuando oímos
o leemos la noticia de algún crimen, sobre todo de los más
atroces,
como un acto de terrorismo, un asesinato o una
violación,
se nos enciende la sangre y deseamos que al
culpable lo
encarcelen de por vida o incluso que lo maten.
Todos
llevamos en el corazón la antigua ley del talión,
que parece
tan justa: quien la hace, que la pague. Pero
no hay mayor
injusticia que aplicar la justicia hasta el
extremo y
sin distinciones.
La justicia
humana es siempre injusta, unas veces
por más y
otras veces por menos. No suele tener en
cuenta de
qué familia viene ese hombre, cómo lo
educaron o
maleducaron sus padres, en qué barrio vivió,
qué modelos
de conducta tuvo.
Que María,
nuestra Señora de la Merced, nos enseñe a ser justos con
todos, pero
sobre todo a ser misericordiosos y especialmente a todos los que
administran
la justicia humana. Porque amor y misericordia es lo que ahora
necesita el
mundo. Más que nunca”.9
Lector 9 La condición
de las personas privadas de libertad, lo sabéis por
experiencia,
es una de las más dolorosas que existen. Y con frecuencia, a la
privación de
libertad se añaden entre muchas otras cosas, la distancia familiar y
la pobreza.
Por eso no es extraño que Jesús se identificara con los encarcelados y
nos dijera a
los que nos llamamos seguidores suyos que, cuantas veces los
visitamos,
le visitamos a Él, y son benditos de Dios los que dedican una parte de
su tiempo a
acompañar a los presos.
Porque el
amor respetuoso y la cercanía a las personas que sufren es una
puerta que
nos introduce en lo más hondo del corazón humano y del corazón de
Dios. Pues
el servicio desinteresado y solidario nos descubre esa grandeza del
hombre que
hay en cada uno de nosotros, en la que se refleja la imagen de Dios
y brilla su
presencia.
El aumento
de la delincuencia es un hecho
palpable,
que lleva a los ciudadanos a exigir, de una
manera más o
menos explicita, mano dura contra
quienes
delinquen. Pero el legítimo interés por la
seguridad
ciudadana y por el cumplimiento de las
leyes no
puede permitir que la conciencia cristiana se
torne
insensible ante la ayuda a los encarcelados.
En
especial,
para alentar medidas que puedan ayudar a
estas
personas a rehabilitarse y rehacer sus vidas, y
para
ofrecerles luego posibilidades de reinserción
social, una
vez que abandonan la cárcel, cumplida la
condena que
los jueces les han impuesto. Aunque no siempre sea fácil armonizar
la compasión
y la justicia, hay que tenerlas en cuenta a las dos, porque la
misericordia
y el perdón son también elementos imprescindibles para la
convivencia
humana.
En todo
caso, todos los voluntarios que trabajan en la pastoral
penitenciaria
tienen algo que enseñar a toda la sociedad. A todos nos une el
deseo de un
mundo mejor al que se puede llegar empezando por pequeños
cambios en
la proximidad de nuestros ámbitos de influencia. Todos tenemos
como
espíritu en común el anhelo de un mundo más justo en donde los niveles
de violencia
puedan disminuir y los niveles de
interacción
e integración con los otros seres humanos
puedan ser
más dinámicos, más fraternos y más
solidarios.
Su voz,
avalada por una experiencia de años, en
muchos
casos, es un dato que no se debe echar en
olvido
cuando se trata este tema, porque todos
anhelamos
mejorar la calidad de vida de nuestras
sociedades y
creemos que parte de la reducción de la
violencia
social se conseguirá a partir del adecuado
tratamiento
de aquellas personas que por haber
violado la
ley se encuentran privadas de su libertad.
Lector 10 Y
terminamos con nuestra reflexión.
Y lo
hacemos, hablando en línea directa con la Madre.
A Ella le
decimos:
Qué dulce es
nombrarte, María y no hay placer en el
mundo que
pueda compararse al de probar tu ternura.
10
Si nuestros amigos nos defraudan, en Ti
encontramos la amiga fiel que
nunca falla;
si el pecado nos domina, Tú permaneces junto a nosotros,
impulsándonos
a vencer su servidumbre.
Si la
fortaleza del cuerpo se debilita, tú siempre nos sostienes con
maternal
amor; si lloramos, nos acompañas en el dolor; alegres, participas de
nuestras
alegrías; pobres y abandonados nos recibes como a hijos tuyos, como
a hijos de
tu corazón.
¿Qué
haríamos sin ti, Madre nuestra?
¿Cómo responder dignamente a tu cariño de
Madre?
Si quieres nuestros corazones, aquí los
tienes, prontos a brindarte su
afecto y a
manifestártelo en el seguimiento fiel a tu Hijo; si te gusta una
expresión de
amor, acepta lo que te tributamos en este día como signo de
nuestra
devoción de hijos; si quieres el alma, si quieres la vida, tómala toda
entera, que
no permaneceremos tranquilos hasta alcanzar contigo la alegría
plena en la
casa del Padre.
Bendita
Madre nuestra de la Merced, no nos dejes solos durante
nuestro
peregrinar en esta vida. No nos dejes entregados a nuestras débiles
fuerzas, ya
que sin ti desfalleceríamos en el camino y en nuestras caídas no
nos sería
posible levantarnos.
Madre de
todos los presos, obtennos de tu Hijo la fuerza del Espíritu
para que
anime y fortalezca nuestra soledad y situación actual. Madre de la
Merced,
acuérdate de nuestras familias que no olvidamos aún en la lejanía y
haz que
todos y cada uno de nosotros, te sepamos encontrar como Madre
consoladora
en tantos momentos de desolación y desánimo.
Y acabamos
todos juntos con la Oración a la Virgen:
Santísima
Virgen María de la Merced,
madre de los pobres y modelo de los que
sufren
persecución
por amor y fidelidad a la Iglesia,
escucha
nuestras humildes súplicas por la iglesia
perseguida y
por nuestros hermanos pobres a fin
de que no
sólo no desmayen en la lucha,
ni vacilen
en la fe, sino que experimenten los
consuelos
que reservas a los que perseveran fieles
a las
enseñanzas del Evangelio.
Concédenos,
Madre, un corazón generoso
para saber
perdonar y para poder trabajar con
firmeza y
perseverancia en la construcción de una
civilización
nueva donde sea posible vivir con
alegría
sirviéndonos mutuamente y amándonos
como Jesús nos amó.
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